Con un saldo positivo para la cultura
universal culminó el 16 Coloquio Internacional Ernest Hemingway, evento que con el
auspicio del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, el Ministerio de Cultura
y el Museo que lleva su nombre, sesiona cada dos años en La Habana para
propiciar nuevos acercamientos a la vida y la obra del prolífero escritor
norteamericano radicado en Cuba durante 21 años.
El evento tuvo como eje central el diálogo
con investigadores de Cuba y otras latitudes, quienes convocados por la mística
vida del escritor de Por quién doblan las
campanas, profundizaron en aristas poco conocidas de su existencia, al
tiempo que revisitaron momentos y pasajes de su presencia en Cuba y su aprecio
por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y la Revolución
cubana.
Desde sus vivencias personales al lado del
inquilino de Finca Vigía, la norteamericana Valerie Hemingway, su última
secretaria y nuera despejó incógnitas sobre la visión del también Premio Nobel
de Literatura en cuanto a las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en
aquellos momentos, su presencia en La Habana y la singular relación que se
estableciera entre la capital cubana y el norteamericano y algunos elementos
que pudieran ser valorados como cruciales en la depresión que lo llevó al
suicidio.
Otra mirada anecdótica a la vida de Hemingway
llegó al Coloquio a través de Jeffrey Lyons, hijo de un reconocido famoso
columnista de Broadway quien publicaba en The New York Times y se preciaba de
estar entre los amigos personales del autor de Adiós a las armas.
Interesantes fueron además las visiones
presentadas sobre el apoyo que brindara Hemingway a organizaciones
revolucionarias cubanas, al Movimiento 26 de Julio y a otros momentos
imprescindibles de la gesta revolucionaria, sus relaciones de amistad con los
dirigentes de cubanos de esa etapa y la protección que siempre brindó a los
niños.
De especial significación resultó la nueva
mirada del cubano Jorge Santos a la novela Tener
o no tener, texto al que se reverenció en la cita, a ocho décadas de su
primera publicación, al tiempo que Fidel
en Vigía: recuerdos de Valerie en los orígenes del Museo Hemingway y Las mujeres de Hemingway en Cuba fueron
dos de los trabajos que acapararon de manera significativa la atención del
público.
Visitas a sitios de La Habana donde aún
perduran sus huellas (bar “Floridita”, el restaurante “La Bodeguita del Medio”,
la habitación 511 del Hotel Ambos Mundos y el poblado de Cojimar), un momento
especial a su obra El viejo y el mar,
a 65 años de su primera publicación, un homenaje a Blas Hernández, a quien el
escritor bautizara como Cayuco Jonronero cuando lo incluyera en el equipo
infantil de pelota que conformara con niños del barrio habanero donde residiera,
fueron de las motivaciones especiales de la recién concluida XVI edición del
Coloquio Internacional Ernest Hemingway, al que llegaron investigadores y
admiradores de tan prolífera existencia provenientes de Estados Unidos, Japón,
Italia y Argentina.
Este evento es, sin dudas, una manera
efectiva de intercambio entre especialistas e instituciones del mundo en torno
a uno de los más grandes hombres de las letras universales: Ernest Hemingway.
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