lunes, 30 de noviembre de 2020

Conjunto Folklórico Nacional de Cuba. Energía y pasión


Luego de un largo período lejo de los escenarios, a p de la situación epidemiológica impuesta por el COVID-19, regresó a la Sala Avellaneda del Teatro Nacional el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba con un programa concierto defendido con decoro.

La  compañía que dirige el maestro Manolo Micler (Premio Nacional de Danza 2017) hizo gala de las experiencia acumuladas en sus más de medio siglo cómo defensora de lo más autóctono de las expresiones de la cultura popular y tradicional cubanas, en toques, cantos y danzas que lograron mantener lleno el recinto durante los dos días de presentación.

El programa, aunque no con un sentido cronológico, fue concebido para mostrar obras conocidas del público, en las que se recrearon manifestaciones de las culturas yoruba, haitiana, arará, carabalí y popular cubana.

¿Perfecto? No, cómo toda obra humana el programa pudo ser mejor, pero lo innegable son las expresiones de satisfacción del público conocedor y amante de la legendaria compañía, entre quienes se encontraban expertos en el tema.

Los asistentes a las funciones del sábado 28 y el domingo 29 de noviembre apreciaron las danzas y los ritmos más apegados a lo autóctono, sin acrobacia ni piruetas.


El disfrute de la gestualidad que caracteriza a Oshún, Elegguá, Shangó y Yemayá, estuvo garantizado al tiempo que se reencontraron con danzas del lejano dahomei, siempre acompañados de los ritmos originarios muy bien defendidos y con total apego a lo que se ha conocido del sistema mágico-religioso.

Quizá lo más débil en el espectáculo fueron los coros, algo que aún es deficiente en la mayoría de las agrupaciones que trabajan las expresiones más raigales de la cultura popular cubana.

De igual manera la necesidad de nuevos vestuarios se hizo evidente, durante las presentaciones suscitando expresiones del público que durante décadas a seguido el desempeño del Folklórico Nacional, y que reclama de nuevos colores en la escena.

Un desempeño escénico adecuado, demostró el crecimiento profesional de los jóvenes bailarines, borrando sinsabores anteriores, a lo que se sumó la habitual ejecución musical de los instrumentistas, quienes en composición multigeneracional dejaron por sentado la garantía sonora de la compañia. 

Aplausos para la bailarina Brenda Martínez, quien levantó de las butacas al público con su interpretación como solista en Yemayá, esa fue su primera experiencia cómo solista, y logró hacerla muy convincente.

La joven alcanzó caracterizar a la deidad africana con expresiones corporales, pasos y gestos faciales, acercándose a lo que de ella conocemos los defensores de esa fuerte tradición.

Juventud y experiencias se entrelazaron en la concepción del lindo espectáculo con que  la compañía despidió el difícil 2020 que ha vivido la humanidad.

Para nuevo año se proyectan interesantes acciones para caminar con pasos certeros hacia las seisdécadas a celebrarse en mayo de 2022.

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