Entrevista al músico cubano Shama Milán
“Esto va más allá de la pasión,
es una deuda
con los grandes de la música cubana………”
Shama Milán
Me
confieso amante de la buena música, de la que tiene sentido rítmico y melódico,
de la que lleva un mensaje implícito en su letra, sea del lugar del mundo que
sea y si es de mi Cuba, pues doblemente la admiro, sobre todo si es la
tradicional, la que abrió las puertas del mundo a las sonoridades de este
Archipiélago.
Por
eso conversar con el músico cubano Shama Milán, fue reconfortante por su
calidad humana y sobre todo por los puntos de coincidencias entre su criterio y
el mío en relación con los ritmos que identifican (desde antaño) a la melodía
de Cuba.
Él
se graduó como contrabajista en el Conservatorio Amadeo Roldán, cuando tenía
apenas 17 años, pero desde antes tocaba el tres en el legendario Septeto
Nacional Ignacio Piñeiro, agrupación donde conoció a grandes como Carlos
Embale, Lázaro Herrera o Rafael Ortiz (Mañungo).
Para
saber más de su tránsito por la historia musical de este país, sostuvimos la
siguiente entrevista en el espacio Hoy,
el espectáculo en la Ciudad,
de la Emisora Radio
Ciudad de La Habana.
PERIODISTA (P): ¿Cómo ha influido en usted el hecho de
proceder de una familia musical, aunque sin formación pedagógica en ese
sentido?
SHAMA MILÁN (S. M): Esa fue mi primera escuela, mi abuelo
materno fue el horcón principal de una familia que hasta hoy cultiva géneros
tradicionales de las montañas cubanas. Lugo siguió el ejemplo de mi padre que
también hacía algo de música.
P: ¿Cuánto aportó el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro a su
formación como músico?
S. M: El Septeto Nacional era el Instituto Superior
de la Música Cubana,
cuando aquello aún vivían personalidades como Carlos Embale, Lázaro Herrera y
Mañungo, por sólo citar algunos.
Esta
agrupación fue absolutamente mi Universidad, aunque ya venía con influencias
familiares de la música campesina más autóctona, allí tuve la oportunidad de
relacionarme con las composiciones y maneras de hacer de Matamoros, Arsenio
Rodríguez y muchos otros de quienes me enamoré desde los trece o catorce años.
Tuve
tardes de tertulias con todos aquellos “viejitos” maravillosos que aportaron
mucho a mi formación y respondieron a mis inquietudes de joven interesado en
esa música.
P: Actualmente está enfrascado en
revitalizar un grupo de géneros cubanos que muchos no conocen, ¿Por qué?
S. M: Es una labor investigativa que llevo a
cabo hace casi 20 años, cuando me di cuenta de que hay un tipo de música que nunca llega al público, no llega a
la radio ni a la discografía, por ser más doméstica y crearse alejado de las
grandes ciudades. Es algo que sólo conocen quienes tiene la oportunidad de
compartir allí, en el lugar donde se hace, participando de su nacimiento y del
estado de ánimo que esa genera en sus creadores.
Después
de haber escuchado a los músicos cubanos más respetados internacionalmente y
más conocidos dentro y fuera de la
Isla, por su trabajo con el son y otros géneros autóctonos,
noté que me faltaba la definición precisa entre el son que se hizo después de la Revolución del Son de
los años 20, y aquel son que se hizo en la Sierra
Maestra, y en otras zonas aisladas de la montaña.
En
esos lugares se hacía un estilo de son que se diferenciaba mucho del que nacía
en la ciudad, aquel tipo de Nengón o Son Montuno falta y aún no lo encuentro en
ningún lugar.
P: Específicamente sobre el Nengón, uno
de los ritmos que está tratando de retomar en el trabajo discográfico que
realiza actualmente. ¿Quiénes son los músicos que le acompañan en este intento?
S. M: No hay ningún graduado, porque de eso
no existe escuela, yo mismo que conozco un poco de lo académico me declaro
“farsante” cuando voy a mi Bayamo natal y veo cómo lo hacen allí los guajiros
que no fueron a la escuela de música, ellos lo hacen de una manera diferente en
la ejecución del tres o la guitarra, y realmente los envidio.
Pero
en este empeño me acompañan mis tíos, guajiros de pura cepa, quienes ahora
cuando los escucho descubro cosas que nunca había oído, increíbles coros con
una dulzura y sublimidad impactante.
Entonces
son ellos quienes protagonizarán este trabajo discográfico en que estoy inmerso
ahora mismo, para saldar una deuda familiar.
P: Hablando de la discografía, qué proyectos
tiene.
S. M: Es un proyecto ambicioso pero
realizable completamente, se trata de homenajear, desde mi modesto ángulo, a
aquellos géneros y compositores de las épocas anteriores y a sus sonoridades.
Recientemente
grabé un disco, en el exterior, en el cual rendí tributo a Miguel Matamoros y
así comencé un recorrido musical (no cronológico) a través de los estilos y
sonoridades.
Con
once temas de Matamoros comencé, algunos son muy conocidos y otros no tanto
porque pertenecen a un formato peculiar que formó con un sexteto-conjunto que
variaba y otras cosas que grabó con un trío
al que adicionó piano y un contrabajo o un bongó.
Me
fue imposible encontrar un músico de mi edad, o cercano, que tocara el bongó,
tres o contrabajo, como lo hacían en aquella época, todos los que vi lo hacían
como se hace en la actualidad, por lo que decidí grabar yo mismo todos los
instrumentos que intervienen en ese disco, lo que no es nada extraordinario en
estos tiempos por los avances tecnológicos que lo permiten, pero si es muy
fatigoso porque exige mucho de quien se mete en esa empresa.
No
me fue muy difícil porque le he dedicado mucho tiempo a la música cubana, la
amo y siempre tuve bien claro qué quería de ese trabajo y me entregué a él sin
reparar en el tiempo ni en los sacrificios que tendría que hacer para
lograrlo.
Recuerdo
que cuando adolescente por novia tenía una guitarra, cuando mis amigos andaban
de fiesta, era yo el único niño parado ante el escenario de la Casa de la Cultura de Arroyo Naranjo
observando al Septeto Nacional, a la Orquesta
Siglo XX o al Sexteto Habanero, era yo el único niño que se
escapaba de su casa para escuchar y ver
al Conjunto Chapotín en la
Tropical.
Siempre
me relacioné con músicos muy viejos y eso es un privilegio, mi primer maestro
de interpretación fue El Niño Rivera y mi primer
maestro de armonía fue Guyún, ellos me llenaron
la cabeza de fantasías que ahora puedo materializar.
Después
de una semana enclaustrado en un estudio de grabación decidí escuchar el
resultado y confieso que me sorprendió, me gustó mucho saber que el que estaba
tocando era yo porque sonaba muy viejo.
P: ¿Qué le seguirá al disco que terminó?
S. M: El primer disco que saldrá es el de
Nengón que estoy haciendo ahora con mis tíos, porque esa es una deuda que tengo
con mi abuelo y con mi padre, después saldrá el de Matamoros ya terminado y le
seguirán un homenaje al Septeto Nacional, después haré algo con la rumba unido
a un grupo de cajones, luego incursionaré con el tres en el jazz y así hasta
llegar a seis discos entre el 2013 y el 2014.
No
faltarán Rosendo Ruiz, el cha cha cha, el danzón y todos los ritmos autóctonos
cubanos, para el 2015.
P: ¿Es lo de Shama Milán pasión por la
música cubana?
S. M: Ya estamos más allá de la pasión,
estamos en un deber, pienso que algún
músico de mi edad debe absolutamente abandonar, por un par de años, todo lo que
está haciendo, y dedicarse a hacer un trabajo de investigación profundo y
grabar un disco que suene como aquellos grandes, sino no lo va a conocer la
generación más joven.
En
las escuelas se están graduando miles de muchachos que no tienen ni idea de la
diferencia real entre una guaracha y un son urbano, un son oriental y un
montuno, entre el Nengón y el Changüí, no conocen de cómo se tocaba en cada
región del país ni los orígenes de lo que nos hizo conocer en el mundo. Eso es algo
tremendamente vergonzoso.
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