Heredero
de grandes de la música cubana como Ñico
Saquito, Miguel Matamoros o Ignacio
Piñeiro, bailadores y no bailadores erigieron a Formell en el mayor cronista de
la Cuba de estos tiempos.
Dentro
de medio siglo, quien intente conocer de la vida en esta Isla, podrá acudir a
la discografía de la Orquesta Los Van Van, allí en títulos
como La Habana no aguanta más, La titimanía,
Por encima del nivel, El carnicero o Un año después, narran los caminos recorridos
por los de este Archipiélago en el día a
día.
Figura
insigne de la mejor música cubana, fundador de los Van Van, agrupación que guió
de manera certera hasta lo más alto de la escala musical a nivel de orbe,
Formell eterniza su existencia no solo en fonogramas, sino en la memoria
histórica de este su pueblo que bailó y bailará al ritmo de su música.
Cuando
se escuchen temas como Este amor que se
muere (versionado recientemente por él a dúo con Beatriz Márquez en el CD
Espontáneamente), De mis recuerdos, o Tal
vez, por solo citar algunos se
tendrá la certeza de que la agrupación que él fundara seguirá su marcha cual maquinaria
perfecta.
Premios
como el Granmy Latino a la Excelencia
Musical, o el Nacional de la Música, adornan la
existencia de un hombre que se hace leyenda con su singular manera de hacer
música desde la raíz y hasta el corazón, acompañado de su bajo, blanco como su
corazón musical y del cual salieron melodías que interpretaran Omara Portuondo,
Elena Burke o Ivette Cepeda y que bailaran generaciones de cubanos.
Fotos
de la despedida del pueblo al mejor músico cubano de los últimos cincuenta
años, tomadas por Jorge Luís Sánchez Rivera
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