sábado, 22 de febrero de 2014

Tradiciones ecuatorianas en la Feria del Libro de Cuba






Fotos: Jorge Luís Sánchez Rivera

La República de Ecuador es el país invitado de honor a la XXIII Feria Internacional del Libro, Cuba 2014, una celebración que se ha convertido en el evento cultural más multitudinario del país.

Desde la nación latinoamericana llegaron a la Mayor de las Antillas un grupo de tradiciones culturales que muestran parte de su historia y los elementos que la hacen singular dentro del contexto de la región geográfica.

Teatristas ecuatorianos escenifican en las calles de la Fortaleza de la Cabaña (sede principal de la cita literaria) a personajes legendarios que cuentan historias interesantes de la vida de la nación.

Él es un danzante Otuchu de Pujilí, de la Sierra centro del Ecuador, venido desde la época de los Incas donde se bailaba el Kapat Sitúas, (baile del guerrero) que surge a partir de la sincretización de las diversas formas de danzar las comunidades de la época.

Este personaje adorna su cabezal con símbolos en agradecimiento a la Pacha Mama (madre tierra) u otros símbolos religiosos para ser bendecidos, este es un personaje que aparece

Dolores Vintimilla de Galindo fue una poetiza ecuatoriana que se quitó la vida a los 27 años de edad (en 1859) por un desengaño amoroso, en su corta obra inaugura la corriente del Romanticismo ecuatoriano.
 
El pensamiento adelantado a su época, provocó que esta escritora fuera mal vista en su ciudad natal, lo que le acarreó grandes sufrimientos.

Otra de las tradiciones ecuatorianas que está de paso por Cuba es la técnica para la confección de los sombreros “pacataquillas”, técnica que se realiza de manera artesanal y que fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad el cinco de diciembre del año 2012.

Con más de cinco mil años de antigüedad, la técnica surgió (según estudios arqueológicos) en la zona costera ecuatoriana y su minucioso trabajo artesanal hace muy largo el proceso de confección.

Interesante resulta saber que la Revolución Liberal de 1895 fue financiada, en parte, con la venta de estos sombreros por Eloy Alfaro, quien tenía un negocio de exportación de los mismos y el dinero que se recaudaba por tal motivo fue destinado a sufragar los gastos de la Revolución.

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