sábado, 23 de mayo de 2020

Un homenaje póstumo a la centenaria Señora de los Cuentos

Ayer conocimos del fallecimiento de la maestra Haydeé Arteaga, y quiero compartir con los lectores está entrevista que me concedió cuando llegó a cien años.


Llegar al siglo de existencia en plenas facultades es una bendición de la que disfrutan más de mil cubanos a partir del cuidado que reciben en función de una  mejor calidad de vida.

Ejemplo de ello es Haydee Arteaga, (La Señora de los Cuentos) quien concedió una especial entrevista para esta publicación haciendo galas de una excelente memoria y, narradora al fin, de excepcionales dotes para la comunicación

Desde muy niña comenzó por repetir los cuentos de su abuela, historias de encantamientos y personajes imaginarios, a lo que luego sumó sus propias invenciones, con las que entretenía a sus coetáneos en su natal Sagüa la Grande.

El cuento del “Güije” fue su primera narración, con a penas cuatro años, luego de escucharlo durante mucho tiempo y  casi verlo salir de las aguas para asustar a los habitantes en noches carentes de luna, historia que  adaptó en más de una oportunidad para atraer la atención de un singular auditorio.

El sobrenombre de La Señora de los Cuentos la acompaña desde hace más de una década cuando de camino a  la provincia española de Canillejas a cumplir con un compromiso de trabajo descubrió carteles que anunciaban a alguien con ese seudónimo, sin imaginar que se trataba de ella misma.

“…cuando llegué al destino había una biblioteca donde debía narrar cuentos para niños y luego darles una charla a padres y maestros sobre el arte de contar. Ahí fue cuando me enteré de que era yo La Señora de los Cuentos, al ser recibida como tal con una fuerte ovación…”, recordó.

Escudriñando en las características personales de Haydee Arteaga supimos que es una cubana bailadora, apasionada del danzón, amante de la verdad y de que se valore todo lo que se hace en bien de la humanidad.

“Me gustan mucho los conciertos de la Sinfónica y amo las cosas bien hechas, yo era una gran bailadora de danzón y en más de una ocasión en el extranjero tuve que enseñar a bailarlo como  lo aprendí.

He llegado a los cien años viviendo, sin coger mucha “lucha” y con un objetivo específico, nunca me tracé más de una meta a la vez y eso me dio excelentes resultados…”

Sabias palabras para la nueva generación de narradores orales fueron escuchadas por los presentes: “les recomiendo que disfruten de ese arte, lo vivan y sientan cada una de las historias que cuenten,  que no lo hagan por imitar y que no finjan”

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