martes, 8 de octubre de 2013

Comprometido con mi música hasta que muera





Entrevista al músico cubano Shama Milán
 
“Esto va más allá de la pasión,
es una deuda con los grandes de la música cubana………”
Shama Milán

Me confieso amante de la buena música, de la que tiene sentido rítmico y melódico, de la que lleva un mensaje implícito en su letra, sea del lugar del mundo que sea y si es de mi Cuba, pues doblemente la admiro, sobre todo si es la tradicional, la que abrió las puertas del mundo a las sonoridades de este Archipiélago.

Por eso conversar con el músico cubano Shama Milán, fue reconfortante por su calidad humana y sobre todo por los puntos de coincidencias entre su criterio y el mío en relación con los ritmos que identifican (desde antaño) a la melodía de Cuba.

Él se graduó como contrabajista en el Conservatorio Amadeo Roldán, cuando tenía apenas 17 años, pero desde antes tocaba el tres en el legendario Septeto Nacional Ignacio Piñeiro, agrupación donde conoció a grandes como Carlos Embale, Lázaro Herrera o  Rafael Ortiz (Mañungo).

Para saber más de su tránsito por la historia musical de este país, sostuvimos la siguiente entrevista en el espacio Hoy, el espectáculo en la Ciudad, de la Emisora Radio Ciudad de La Habana.

PERIODISTA (P): ¿Cómo ha influido en usted el hecho de proceder de una familia musical, aunque sin formación pedagógica en ese sentido?

SHAMA MILÁN (S. M): Esa fue mi primera escuela, mi abuelo materno fue el horcón principal de una familia que hasta hoy cultiva géneros tradicionales de las montañas cubanas. Lugo siguió el ejemplo de mi padre que también hacía algo de música.

P: ¿Cuánto aportó el  Septeto Nacional Ignacio Piñeiro a su formación como músico?

S. M: El Septeto Nacional era el Instituto Superior de la Música Cubana, cuando aquello aún vivían personalidades como Carlos Embale, Lázaro Herrera y Mañungo, por sólo citar algunos.

Esta agrupación fue absolutamente mi Universidad, aunque ya venía con influencias familiares de la música campesina más autóctona, allí tuve la oportunidad de relacionarme con las composiciones y maneras de hacer de Matamoros, Arsenio Rodríguez y muchos otros de quienes me enamoré desde los trece o catorce años.

Tuve tardes de tertulias con todos aquellos “viejitos” maravillosos que aportaron mucho a mi formación y respondieron a mis inquietudes de joven interesado en esa música.

P: Actualmente está enfrascado en revitalizar un grupo de géneros cubanos que muchos no conocen, ¿Por qué?

S. M: Es una labor investigativa que llevo a cabo hace casi 20 años, cuando me di cuenta de que hay un tipo de  música que nunca llega al público, no llega a la radio ni a la discografía, por ser más doméstica y crearse alejado de las grandes ciudades. Es algo que sólo conocen quienes tiene la oportunidad de compartir allí, en el lugar donde se hace, participando de su nacimiento y del estado de ánimo que esa genera en sus creadores.

Después de haber escuchado a los músicos cubanos más respetados internacionalmente y más conocidos dentro y fuera de la Isla, por su trabajo con el son y otros géneros autóctonos, noté que me faltaba la definición precisa entre el son que se hizo después de la Revolución del Son de los años 20, y aquel son que se hizo en la Sierra Maestra, y en otras zonas aisladas de la montaña.

En esos lugares se hacía un estilo de son que se diferenciaba mucho del que nacía en la ciudad, aquel tipo de Nengón o Son Montuno falta y aún no lo encuentro en ningún lugar.

P: Específicamente sobre el Nengón, uno de los ritmos que está tratando de retomar en el trabajo discográfico que realiza actualmente. ¿Quiénes son los músicos que le acompañan en este intento?

S. M: No hay ningún graduado, porque de eso no existe escuela, yo mismo que conozco un poco de lo académico me declaro “farsante” cuando voy a mi Bayamo natal y veo cómo lo hacen allí los guajiros que no fueron a la escuela de música, ellos lo hacen de una manera diferente en la ejecución del tres o la guitarra, y realmente los envidio.

Pero en este empeño me acompañan mis tíos, guajiros de pura cepa, quienes ahora cuando los escucho descubro cosas que nunca había oído, increíbles coros con una dulzura y sublimidad impactante.

Entonces son ellos quienes protagonizarán este trabajo discográfico en que estoy inmerso ahora mismo, para saldar una deuda familiar.

P: Hablando de la discografía, qué proyectos tiene.

S. M: Es un proyecto ambicioso pero realizable completamente, se trata de homenajear, desde mi modesto ángulo, a aquellos géneros y compositores de las épocas anteriores y a sus sonoridades.

Recientemente grabé un disco, en el exterior, en el cual rendí tributo a Miguel Matamoros y así comencé un recorrido musical (no cronológico) a través de los estilos y sonoridades.

Con once temas de Matamoros comencé, algunos son muy conocidos y otros no tanto porque pertenecen a un formato peculiar que formó con un sexteto-conjunto que variaba y otras cosas que grabó con un trío  al que adicionó piano y un contrabajo o un bongó.

Me fue imposible encontrar un músico de mi edad, o cercano, que tocara el bongó, tres o contrabajo, como lo hacían en aquella época, todos los que vi lo hacían como se hace en la actualidad, por lo que decidí grabar yo mismo todos los instrumentos que intervienen en ese disco, lo que no es nada extraordinario en estos tiempos por los avances tecnológicos que lo permiten, pero si es muy fatigoso porque exige mucho de quien se mete en esa empresa.

No me fue muy difícil porque le he dedicado mucho tiempo a la música cubana, la amo y siempre tuve bien claro qué quería de ese trabajo y me entregué a él sin reparar en el tiempo ni en los sacrificios que tendría que hacer para lograrlo.  

Recuerdo que cuando adolescente por novia tenía una guitarra, cuando mis amigos andaban de fiesta, era yo el único niño parado ante el escenario de la Casa de la Cultura de Arroyo Naranjo observando al Septeto Nacional, a la Orquesta Siglo XX o al Sexteto Habanero, era yo el único niño que se escapaba de su casa para escuchar y ver  al Conjunto Chapotín en la Tropical.

Siempre me relacioné con músicos muy viejos y eso es un privilegio, mi primer maestro de interpretación fue El Niño Rivera y mi primer maestro de armonía fue Guyún, ellos me llenaron la cabeza de fantasías que ahora puedo materializar.

Después de una semana enclaustrado en un estudio de grabación decidí escuchar el resultado y confieso que me sorprendió, me gustó mucho saber que el que estaba tocando era yo porque sonaba muy viejo.

P: ¿Qué le seguirá al disco que terminó?

S. M: El primer disco que saldrá es el de Nengón que estoy haciendo ahora con mis tíos, porque esa es una deuda que tengo con mi abuelo y con mi padre, después saldrá el de Matamoros ya terminado y le seguirán un homenaje al Septeto Nacional, después haré algo con la rumba unido a un grupo de cajones, luego incursionaré con el tres en el jazz y así hasta llegar a seis discos entre el 2013 y el 2014.

No faltarán Rosendo Ruiz, el cha cha cha, el danzón y todos los ritmos autóctonos cubanos, para el 2015.

P: ¿Es lo de Shama Milán pasión por la música cubana?

S. M: Ya estamos más allá de la pasión, estamos en  un deber, pienso que algún músico de mi edad debe absolutamente abandonar, por un par de años, todo lo que está haciendo, y dedicarse a hacer un trabajo de investigación profundo y grabar un disco que suene como aquellos grandes, sino no lo va a conocer la generación más joven.

En las escuelas se están graduando miles de muchachos que no tienen ni idea de la diferencia real entre una guaracha y un son urbano, un son oriental y un montuno, entre el Nengón y el Changüí, no conocen de cómo se tocaba en cada región del país ni los orígenes de lo que nos hizo conocer en el mundo. Eso es algo tremendamente vergonzoso.

















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