jueves, 16 de febrero de 2017

Bailando…¿en Cuba?



El show televisivo que cada domingo llega a los hogares en el horario estelar, a través de la señal de Cubavisión es motivo de divergencias entre admiradores y detractores.

Jóvenes parejas concursan en un certamen que fue promocionado con el fin de volver los pasos sobre los más genuinos ritmos cubanos algo olvidados con el paso del tiempo, por lo que muchos, entre los que me incluyo, esperábamos un programa en el que los bailes populares cubanos fueran protagonistas y sus pasos básicos proliferaran, con o sin modificaciones para contextualizarlos, pero respetando sus esencias.

Admito que cada domingo, cuando termina el espacio, me quedo con la insatisfacción de muchos: no logro ver a bailadores que ejecuten el mambo, el pilón, el Mozambique, la rumba, o el son, por solo citar algunos.

Se que esta no es la segunda temporada de Para Bailar, por cuestiones propias de la dialéctica, pero qué tienen de popular las coreografías que se presentan en las que los competidores teatralizan un desempeño escénico de cuerpo de baile y montajes coreográficos bien concebidos, pero en un espacio que no fue anunciado con ese fin.

Cada vez que veo las acrobacias, las cargadas y lo rebuscado de las creaciones, me pregunto ¿es que así se baila en Cuba, así se divierten los bailadores cubanos en espacios públicos o en las fiestas entre amigos? No imagino que en una de las presentaciones de los grupos musicales de mayor convocatoria dentro de la música popular bailable haya espacio para ello.

En un sondeo de opinión recibí disímiles criterios: muchos comparan el espacio con shows televisivos de similar corte contenidos en el controversial “Paquete”, otros lo aceptan porque no hay una propuesta más atractiva en ese horario y hay quien no lo tolera.

No pienso que la idea sea mala, es loable que hayan espacios como ese, donde los coreógrafos muestren sus dotes y habilidades para la creación y sean evaluados a partir de la defensa de las parejas, pero el programa que está en pantalla no fue promocionado para tales efectos.

Mención aparte merecen los  presentadores: poca organicidad en los parlamentos, escaso dominio del escenario y fallidas improvisaciones empañan lo que cada uno ha logrado como profesionales de la actuación.

Cabe entonces la interrogante si tantos jóvenes locutores son formados en los cursos que imparte el Centro de Estudios del Institutp Cubano de Radio y Televisión, por qué recurrir a quienes no tienen la categoría necesaria para hacerlo.

El intrusismo profesional es una realidad que lacera la calidad: no es extraño ver actores que se creen cantantes, locutores pretendiendo actuar o músicos con roles en espacios dramatizados, pero ese es tema para otro comentario, solo vale recordar la sentencia “Zapatero a su zapato”.

Volviendo al tema que nos ocupa: Bailando en Cuba, espero de corazón que en algún momento se concurse en la ejecución de bailes populares cubanos, más allá de los escasos minutos que se dedican a la improvisación, y que dicho sea de paso no deja muy bien parado a los competidores.

Si bien es cierto que la segunda temporada de Sonando en Cuba dejó el listón bien alto, el equipo de realización de la actual propuesta está en condiciones de afrontar el desafío y dar al público el espectáculo que espera, teniendo en cuenta la profesionalidad de sus integrantes, porque de lo contrario bailando si, pero ….¿en Cuba?

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