El show televisivo que cada domingo llega a los
hogares en el horario estelar, a través de la señal de Cubavisión es motivo de
divergencias entre admiradores y detractores.
Jóvenes parejas concursan en un certamen que fue
promocionado con el fin de volver los pasos sobre los más genuinos ritmos
cubanos algo olvidados con el paso del tiempo, por lo que muchos, entre los que
me incluyo, esperábamos un programa en el que los bailes populares cubanos
fueran protagonistas y sus pasos básicos proliferaran, con o sin modificaciones
para contextualizarlos, pero respetando sus esencias.
Admito que cada domingo, cuando termina el espacio,
me quedo con la insatisfacción de muchos: no logro ver a bailadores que
ejecuten el mambo, el pilón, el Mozambique, la rumba, o el son, por solo citar
algunos.
Se que esta no es la segunda temporada de Para
Bailar, por cuestiones propias de la dialéctica, pero qué tienen de popular las
coreografías que se presentan en las que los competidores teatralizan un desempeño
escénico de cuerpo de baile y montajes coreográficos bien concebidos, pero en
un espacio que no fue anunciado con ese fin.
Cada vez que veo las acrobacias, las cargadas y lo
rebuscado de las creaciones, me pregunto ¿es que así se baila en Cuba, así se divierten
los bailadores cubanos en espacios públicos o en las fiestas entre amigos? No
imagino que en una de las presentaciones de los grupos musicales de mayor
convocatoria dentro de la música popular bailable haya espacio para ello.
En un sondeo de opinión recibí disímiles criterios:
muchos comparan el espacio con shows televisivos de similar corte contenidos en
el controversial “Paquete”, otros lo aceptan porque no hay una propuesta más
atractiva en ese horario y hay quien no lo tolera.
No pienso que la idea sea mala, es loable que hayan
espacios como ese, donde los coreógrafos muestren sus dotes y habilidades para
la creación y sean evaluados a partir de la defensa de las parejas, pero el
programa que está en pantalla no fue promocionado para tales efectos.
Mención aparte merecen los presentadores: poca organicidad en los
parlamentos, escaso dominio del escenario y fallidas improvisaciones empañan lo
que cada uno ha logrado como profesionales de la actuación.
Cabe entonces la interrogante si tantos jóvenes
locutores son formados en los cursos que imparte el Centro de Estudios del
Institutp Cubano de Radio y Televisión, por qué recurrir a quienes no tienen la categoría necesaria para hacerlo.
El intrusismo profesional es una realidad que lacera
la calidad: no es extraño ver actores que se creen cantantes, locutores
pretendiendo actuar o músicos con roles en espacios dramatizados, pero ese es
tema para otro comentario, solo vale recordar la sentencia “Zapatero a su
zapato”.
Volviendo al tema que nos ocupa: Bailando en Cuba,
espero de corazón que en algún momento se concurse en la ejecución de bailes
populares cubanos, más allá de los escasos minutos que se dedican a la
improvisación, y que dicho sea de paso no deja muy bien parado a los
competidores.
Si bien es cierto que la segunda temporada de
Sonando en Cuba dejó el listón bien alto, el equipo de realización de la actual
propuesta está en condiciones de afrontar el desafío y dar al público el
espectáculo que espera, teniendo en cuenta la profesionalidad de sus
integrantes, porque de lo contrario bailando si, pero ….¿en Cuba?
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