sábado, 22 de febrero de 2014

Silvina Fabars, una diosa de ébano





Regalo para una amiga en sus 70 cumpleaños
Silvina Fabars Guilall, primera bailarina del Conjunto
Folklórico Nacional de Cuba

SilvinaFabars es una de esas personas que por donde pasa deja un rastro de amor, amistad, perseverancia, alegría y disciplina, elementos que caracterizan su personalidad y que todo aquel que la conoce no puede más que reverenciar.

Nacida en Palmarejo, tierra del güantanamero poblado Realengo 18, conoció de la miseria, las carencias, la pobreza y el trabajo duro para subsistir, desde muy niña tuvo que trabajar el campo, vender comida, cargar latas de agua y muchas otras labores que le permitieron forjarse un carácter férreo que le ayudara a abrirse camino

“Los trabajos que pasé en mi niñez me enseñaron a que todo se puede siempre y cuando se hagan labores honestas y correctas, porque no creo que hayan trabajos buenos o malos, todos son trabajos y por tanto hay  que hacerlos con dignidad”, sentenció.

En el año 1966 se presenta a una convocatoria del Conjunto Folklórico Nacional (CFN), iniciándose como cantante luego de aprobar rigurosos exámenes de ritmos afrocubanos al que se presentaron más de 300 personas y donde sólo 16 fueron aceptadas.

La pérdida de sus cuerdas vocales producto de un accidente, cambiaron el rumbo de una vida que al parecer sería para el canto, dándole un vuelco inesperado y haciéndola recurrir a la danza.

Bendita Danza

Luego del accidente y desde el propio Hospital donde permaneció por largo tiempo debatiéndose entre la vida y la muerte, amigos del CFN la fueron entrenando para la danza, Fernando Oviedo, Gregorio Hernández (El Goyo), Nieve Fresneda y muchos otros.

A iniciativa del Goyo llegó un tocadiscos a la sala del centro de salud y allí comenzó a tomar sus primeras lecciones de las danzas fundamentales de la agrupación, perseverancia que la ayudó a brillar en los escenarios.

¿Cómo fue la primera vez que subiste a un escenario a bailar?

Gracias a Santiago Alfonso, quien me tomó de la mano con exigencias que a mi  parecer eran abusivas, pero que después pude agradecer porque logré quitarme el miedo escénico.

La primera vez que bailé fue en el teatro de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), se donde estrenó “Ochosi y el Venado”, espectáculo en el que  bailé el Congo, danza que exigió mucho esfuerzo físico de mí.

Después vino “María Antonia” y los directores vieron en mí cualidades para la actuación por lo que canté, bailé y actué, gracias a algunas habilidades que traía del  Folklórico de Santiago de Cuba, agrupación de la que fui fundadora.

En esa obra interpreté al Caballo de Oshún, junto a Hilda Oates, excelente figura de las tablas, lo que me obligó a dar lo mejor de mi para llegar a lo más cercano posible de su altura profesional, lo que logré gracias a las enseñanzas de grandes como Bertha Martínez.

En 1968 comenzaron a probarme para hacer solos, lo que siempre me asustó porque no me sentía en plenitud de facultades, pero gracias al apoyo y la ayuda de mis compañeros, fundamentalmente los hombres (Juan García, El Goyo, Roberto Espinosa, Yohannes García, Alfredo O Farrill y Manolo Micler, entre otros).

Entre mis principales motivaciones estaba la manera en que Luisa Barroso bailaba el Yoruba Iyesá, lo que me hacía pensar “yo me tengo que sentar en ese trono, tengo que aprenderlo”, y gracias al empeño que puse lo logré.

El traje de Cebra fue otro de los elementos que me dio mucho éxito en el CFN, personaje que asumí a partir de 1969 luego de Carmen Duquesne y que logré internacionalizar de una  manera nunca antes imaginada,
  
¿Cuál de los personajes del panteón Yoruba fue el que más disfrutaste y cuál el que menos te gustaba?

Oshun siempre ha sido una bandera para mi, sus danzas me gustan mucho, su plasticidad y su proyección, además de la afinidad que siempre he sentido con esa orisha.

Aún hago algo con ella, durante  mi estancia en Venezuela lo bailé y todavía en algunas actividades se me piden sus danzas.

Otro orisha que disfruté muchísimo fue Yemayá, sus danzas y proyección escénicas me cautivaron siempre y la interpreté con el corazón, lo mismo sucedió con Oya, ese fue un orisha que me cautivó por su fuerza, la proyección y la dificultad interpretativa.

Ese fue el orisha que más me identificó dentro y fuera del país. No ha habido personaje que me disguste, nunca ha habido una danza que me deje de gustar, todas las disfruto al máximo.

¿Qué fue lo que más disfrutaste del resto de las danzas que conforman el repertorio del CFN?

Dentro del folklor cubano todo está incluido, la música popular tiene sus variedades, a mí me gustaba mucho la danza Bantú, donde siempre era Wanakene, que es el último solo del “Ciclo Congo”, donde compartí escena con grandes de las danzas afrocubanas.

También disfruté mucho de los bailes cubanos, el son, el danzón, la chancleta y muchos otros.

Más que bailarina, maestra

Muchas generaciones de bailarines cubanos y extranjeros deben sus éxitos a la labor docente de Silvina Fabar, en toda la Isla está la huella de su obra docente, que comenzó con el grupo de Santiago de Cuba, lo que se extendió a toda la geografía nacional a solicitud del Comandante en Jefe en 1994.

Los éxitos de los Conjuntos Folklóricos de Camagüey, Las Tunas y Santa Clara son el resultado de su quehacer como formadora de generaciones, siendo el de Isla de la Juventud el más reciente.

Además todos los grupos de danza contemporánea también tienen algo de Silvina, porque su carisma la hace aglutinadora de juventud a su alrededor, hasta Varadero, Cayo Guillermo y otros polos turísticos también llega su obra docente.

En el mundo son innombrables las Compañías que tienen su impronta: Inglaterra, Tokio, Alemania,  España y muchas otras naciones del orbe tienen en su repertorio la huella de esta cubana.

La descendencia de Silvina también ama la danza

Un solo hijo que vale por muchos, Oddebí García Fabar, nació del amor entre Silvina y Juan García (bailarín del CFN), por lo que es válido el proverbio “Hijo de gatos caza ratones”, creció en los pasillos de la emblemática institución, donde se formó como bailarían y donde llegó a ser Primer Bailarín.

“Mi hijo reúne lo mejor de nosotros tres: su papá, su tío Yohanne (actual Director de la Compañía JJ) y yo, él comenzó a volar muy temprano, desde los 2 años en el Carnaval Infantil de La Habana donde interpretó a Eleguá.

En el CFN le hicieron un tambor especial, que aún conserva como reliquia, en él tocaba, a su manera infantil, los ritmos que luego bailaba, a pesar de haber nacido con los pies plano, defecto que supero gracias a mi tenacidad haciéndole el arco con mis manos”.

Además de bailarina, dirigente sindical

Si bien hace 49 años que forma parte del CFN, 46 de ellos los ha compartido con la labor de dirigente sindical en la institución y a nivel provincial en el Buró de las Artes Escénicas ya extinto.

“Ese es una labor que me gusta mucho porque es la atención a los trabajadores, algo que tiene gran importancia en mi vida. Siempre he tratado de hacerlo con mucha pasión.

Logramos sindicalizar, en aquellos años, el 98,3% de los trabajadores del sector, alcanzando el reconocimiento de artistas y directivos algo que realmente fue un éxito”

Otra historia larga en los años de trabajo de esta mujer es la de las condecoraciones y reconocimientos, la Medalla Alejo Carpentier, La Orden por la Cultura Cubana, el Sello Laureado del Sindicato de la Cultura y muchas otras están en su haber.

Sobre todo es una mujer cubana

Grande en el escenario encarnando a las deidades del panteón Yoruba, Silvina Fabar es sobre todas las cosas una mujer, exige el orden en su hogar como premisa.

“Mi hobby es cocinar rico, sobre todo la comida que le gusta a mi hijo, soy una mujer de casa y disfruto mucho en mi modesta casa, y sobre todas las cosas no me gusta molestar a mi Revolución para resolver problemas personales

Mi mayor virtud es la sinceridad y la disciplina, mi principal defecto es mi carácter impetuoso y justiciero, pero sobre todas las cosas no permito que se me impongan las cosas.

La exigencia conmigo misma es lo fundamental, sobre todo en lo referente a mi apariencia como bailarina, mantengo rigor en los ejercicios físicos para mantener la figura, porque cuando te paras delante de un bailarín para impartirle clases, tienes que parecer un bailarín y en eso la apariencia es fundamental”.

¿Qué recomienda a los jóvenes que empiezan en el mundo de la danza?

Que mantengan disciplina, respeto y exigencia individual y colectivamente, eso es lo que hará que los respeten, no solo en la danza, sino en todas las expresiones de las artes, ya que siempre serán figuras públicas y por tanto tienen que ser ejemplo en la sociedad.

¿Cómo calificaría su vida artística, hasta el momento?

He tenido éxitos, no me considero una excepción, sólo que le he puesto todo el amor a la labor que desempeño.

¿Qué siente al escuchar el nombre de Zenaida Armenteros?

Ella es un punto de referencia para todo el que se considere artista, en el más amplio sentido de la palabra, es un íncono de ética técnica y profesional en el mundo del arte. Afortunadamente conté con su ayuda mientras estuve en el Conjunto, llegando a convertirnos en grandes amigas











  


 








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